soy un hombre pero parezco un plato
sábado, abril 01, 2006
dónde están los cadáveres demasiado rápidos

Las fronteras de la realidad se están desvaneciendo. No es que antes tuvieran mucha importancia, pero eran visibles, y el salto de un lado al otro era un salto que, si bien no era dado de forma intencionada, era consciente. La línea hacía evidente en qué lado se encontraba. Ahora el equilibrista envuelto en el sueño está desapareciendo, y no hay puntos de referencia para saber en qué lado está. Sus ojos ya no ven, sus oídos ya no oyen. El azar lanza tres dados (dos negros y uno rojo, el total es múltiplo del 9) y dos desaparecen. El que queda tiene cráneos labrados, y la ausencia de la línea hace posible que su origen sea cualquiera, da vida al misticismo que dinamita la conciencia de lo que es real.

Una mosca volando en línea recta. Las polillas se dirigían al sol antes de que se inventaran las bombillas. Un largo camino que sin duda valdrá el esfuerzo. Y por alguna razón que está olvidando tan definitivamente como se olvidan los sueños durante el café, una rosa pierde sus pétalos. No recuerda cómo son las rosas, sólo recuerda la palabra y la tristeza de su lluvia de colores cálidos. Las lágrimas se endurecen en su cara y dejan marcas que sólo son visibles en la oscuridad. Brillan como brillan los rostros de los monstruos sobre su cama.

Los armarios superan en número a las sillas y no hay forma de detener sus puertas cuando por unas horas todo es tan oscuro como lo que se avecina. En su cabeza el eco de un hombre viejo, pese a ser un murmullo débil, se abre camino, podrás soportarlo porque hasta en el mejor día de tu vida sabías que la oscuridad se aproximaba, y que tomaría cualquier forma. Podrás soportarlo porque sabes que todo lo malo que te puede pasar te persigue desde hace tiempo.

Y la ausencia de línea hace dificil distinguir qué es patética auto indulgencia y qué es real. Si cayera por un acantilado sólo se agarraría a las rocas que se desprenden. No es que las elija conscientemente, es que sólo puede ver esas. Las demás no pueden ser vistas. De un modo u otro, y quizás sólo para él, pero quizás es suficiente, son mentira.

Añorando el tiempo en el que no hacían falta razones para sentirse feliz, permanece en la habitación esperando la ráfaga de manos que se repartirán sus restos.

Ho, ho, ho y una botella de ron.